martes, 2 de abril de 2013

DESAZÓN




DESAZÓN
Compartíamos felices una fiesta familiar en casa de tío Fanfan. Mi hermana Dalia Rosa, lucia preciosa con su traje tul color rosa, de rizos dorados, serena sonrisa, su mirada mostraba al mundo con todos sus colores.
Dalita Parra mi prima hermana ya adolescente, era tan bella como la virgen, jugueteaba y bailaba al son de las panderetas.   
Vanesa, resplandecía  como un lucero iluminando al ángel de la sonrisa.
Mis primos hermanos, Eliezer, Pluvio, Dilio, Dahil, Duida, todos con nombres  todopoderosos, ellos bendecidos por Dios que los hizo tan hermosos por dentro y por fuera, se divertían, pero Juan Carlos no estaba con ellos.
Mi madre sensualmente vestía un traje azul pintado de rosas de todos los matices, armonizando con sus labios carnosos.
Con su triste sonrisa, servía en su favorito plató florido sus exquisitas albóndigas. Le pregunte
¿Dónde está Juan Carlos ?. Ella con su fría mirada dibujo su cínica sonrisa, me susurro al oído “aquí lo tienes come”.
¡Quede sin respiración!.. me sentía ahogada. Ella sonreía y yo ya no vivía.
Trate de huir, pero estaba tan torcida y sufrí una metamorfosis al convertirme en caracol, ya no tenía pies, tampoco podía ni  rodar.
Gritaba sin cesar dentro del cascarón y en cada grito a mi hermano por su nombre quería llamar.
El sonido de gritos, esos gritos tan estruendosos, lograron despertarme.




 

2 comentarios:

  1. El sonido de gritos, esos gritos tan estruendosos, lograron despertarme.

    Al despertar, lo primero que vi fue un rostro gigantesco cerca de mí, era el rostro encrespado de papá, tomándome en sus brazos, trataba de calmarme. Estaba acostada y rígida sobre mi cama húmeda de lagrimas y de mi tibia orina.

    Sentí tanta vergüenza de mí, por mi pesadilla vivida en el infierno que calle y sentí que los sueños solo sueños son.

    ResponderEliminar
  2. El sonido de gritos, esos gritos tan estruendosos, lograron despertarme.

    Lo primero que vi fue un rostro gigantesco cerca de mí, era el rostro encrespado de papá, tomándome en sus brazos, trataba de calmarme. Estaba acostada y rígida sobre mi cama húmeda de lagrimas y de mi tibia orina.

    Sentí tanta vergüenza de mí, por mi pesadilla vivida en el infierno que calle y sentí que los sueños solo sueños son.

    ResponderEliminar